¿Cambiar o no? Esa es la cuestión
El cambio, esa constante en nuestras vidas que nos confronta con la decisión de aceptarlo o resistirnos a él, se revela como un proceso fundamental para nuestro desarrollo. Una investigación reciente, publicada en enero de 2013, destaca no solo nuestra resistencia al cambio, sino también nuestra tendencia a menospreciarlo. Exploraremos los fundamentos biológicos que respaldan este fenómeno.
El sustento biológico del cambio
Como todos sabemos y sin que suene a drama adolescente, nuestro cuerpo sufre importantes cambios a lo largo de nuestra vida; cambia nuestro tamaño, desarrollamos caracteres sexuales secundarios, nuestra piel va perdiendo suavidad, y mientras nuestra piel se va oscureciendo y/o nos salen manchas por los efectos del sol, nuestro cabello va perdiendo su color original, sin embargo, los cambios que experimentamos no solo son externas.
Cuando nacemos, nuestro cerebro aún no está totalmente maduro y le toma tiempo terminar de desarrollarse, es por eso por lo que los humanos no somos capaces de caminar o de hablar inmediatamente al nacer. De hecho, se considera que el cerebro termina de desarrollarse, cuando el niño es capaz de reconocerse a sí mismo en un espejo, cosa que sucede alrededor de los dos años. Está claro, que, si el cerebro se sigue desarrollando, se mantiene en constante cambio.
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Lo primero que se pensó al respecto, fue que el contacto con el mundo que rodea al bebé hacía que el cerebro terminase su etapa de maduración. Posteriormente y conforme creció el interés sobre como aprendemos, se fue demostrando que el proceso de aprendizaje no solo implica un cambio en nuestra forma de pensar, sino que también cambia la estructura de nuestro cerebro, ya que al aprender nuevas cosas también establecemos nuevas conexiones entre nuestras neuronas.
Aunque se pensaba que este proceso sucedía solamente durante la infancia, mientras el cerebro estaba terminando de madurar, actualmente se sabe que no es así, y que incluso durante la vejez, podemos seguir creando nuevas neuronas y estableciendo nuevas conexiones entre las neuronas de nuestro cerebro, lo que se traduce en una mayor y mejor capacidad para procesar información. En otras palabras, somos más capaces de entender y adaptarnos al mundo que nos rodea.
Adaptación Vs Resistencia al cambio
Como entidades biológicas que forman parte de un ecosistema, no estamos exentos de las leyes que aplican al resto de la naturaleza, por lo tanto, podemos entender que la supervivencia, depende de la capacidad de adaptación y cambio que tenga el organismo.
De esta característica biológica se derivan dos características psicológicas fundamentales. Por un lado, la capacidad de adaptación y de cambio, que se expresa, por ejemplo, en la curiosidad y las ganas de aprender y por el otro lado, la resistencia al cambio. Aun cuando no conozco investigaciones al respecto, me atrevería a decir que gran parte de la actividad social y cultural de los humanos, ha surgido no de la creatividad, sino de la necesidad de ejercer un cierto nivel de control sobre el mundo que nos rodea. Las ciudades, los avances tecnológicos, los medios de transporte, etc. se derivan de la necesidad que tenemos de permanecer en control, en otras palabras, del miedo.
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Simplificando, podemos decir que tenemos a la curiosidad y las ganas de aprender, que se oponen al miedo a lo desconocido. Ahora bien, que el miedo sea un freno o que los sistemas educativos al rededor del mundo se empeñen en socavar el espíritu curioso y creativo no es un accidente. Pensemos en el niño que juega con una serpiente venenosa, o con el bebé que al explorar intenta meter los dedos al enchufe de la electricidad. Evidentemente, el miedo juega un papel importante para nuestra supervivencia y como dije anteriormente, nos lleva a buscar constantemente la sensación de control sobre las situaciones.
No nos confundamos, no digo que limitar la curiosidad sea bueno o malo, solo estoy describiendo por qué y cómo sucede. De hecho, en mi opinión, hay muchísimos casos en los que podría decir que el miedo es más nocivo que la curiosidad, ya que actuamos basándonos en miedos que imaginamos; que no son reales, bloqueando nuestras posibilidades de alcanzar la felicidad.
Ahora bien, hablando específicamente de la resistencia al cambio y cómo podemos ver, juega un papel importante en nuestra adaptación, ya que refleja un miedo a situaciones desconocidas que podrían resultar peligrosas o desagradables, sin embargo, a veces también, es un miedo exagerado y basado en lo que imaginamos, y no necesariamente en lo que sucede en la realidad.
Menospreciando el cambio:
Como hemos visto hasta ahora, el cambio es un proceso constante que no solo modifica nuestra forma de pensar, sino que también cambia a nuestro organismo, específicamente a nuestro cerebro. Además, la resistencia al cambio es también un proceso natural que nos permite un cierto nivel de seguridad.
Ahora bien, te pregunto: ¿Tu eres la misma persona que hace 10 años? ¿Te gusta la misma ropa, la misma música? ¿Piensas lo mismo? y si te pregunto ¿Cómo crees que serás en 10 años?
Justo a la diferencia entre analizar el cambio que hemos tenido en el pasado, con respecto al que tendremos en el futuro se refiere el artículo publicado por el Dr. Daniel T. Gilbert, en el que propone que cualquier tipo de compromiso a largo plazo, está basado en la idea de que nos mantenemos siendo la misma persona; que nuestro sistema de creencias, valores o personalidad, no cambiarán en el futuro, sin embargo, despreciamos la evidencia de lo mucho que hemos cambiado en el pasado.
El Dr. Gilbert junto con sus colegas, propone que este fallo en predecir los cambios que tendremos en el futuro se debe a la “Ilusión del final de la historia” ya que es un reflejo de la creencia (consciente o inconsciente) de que, en el presente, es cuando han terminado de cambiar, y los cambios a futuro serán mínimos.
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Como puedes ver, tanto la sabiduría popular como nuestras intuiciones nos engañan. Basta con que hagas un análisis de quien eras hace 10 años, para darte cuenta de lo mucho que tu personalidad, tus valores, tus creencias han cambiado.
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Por lo tanto te planteo las siguientes preguntas:
Finalmente, planteo preguntas que desafían percepciones arraigadas sobre el cambio, el amor duradero y la resistencia al mismo.
-¿Estamos dispuestos a aceptar que aprender implica cambiar?
-¿Es posible un amor duradero sin evolución personal?
– Aprender significa cambiar, por lo tanto ¿Aún prefieres a una pareja que no te demande un cambio y que te acepte tal cual eres?
– Sin duda, parece más fácil, pero es aún más difícil vivir resistiéndose al cambio ¿Eres la misma persona de hace 10 años o NO?
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